El tema que nos reúne hoy, “El flamenco y su desarrollo actual, las influencias de la danza contemporánea y las preguntas que puede suscitar esto sobre la técnica”, nos va a dar la posibilidad de reflexionar y echar atrás la vista para ver de dónde partimos y adónde vamos a llegar, si es que queremos saberlo; si me permiten, yo no tengo ningún interés en descubrirlo.
Hay muy poca documentación en cuanto a este movimiento de renovación estética, supongo que deberán pasar al menos diez años para recavar información suficiente sobre ello, pero sí tenemos la suerte de contar con documentos pasados.
Ya Antonio Machado y Álvarez “Demófilo” y padre de los Machado, vindica por primera vez la razón de lo puro en el flamenco. Según sus palabras, “los cafés de cante matarán por completo el cante gitano en no lejano plazo”. Estamos hablando del año 1871, ¿cuánto no ha llovido desde entonces? ¿cuántas veces no se ha vaticinado el fin del flamenco con un dramatismo tal, como si del fin del mundo se tratase?
Se reivindica lo puro pero sabe alguien la definición exacta de la palabra “puro”. La he buscado en la RAE: “Puro: libre y exento de otra cosa”. Me parece curioso, entonces reclamar la pureza de nuestro arte y olvidar por completo que donde fundamenta su dominio es en territorios en los que la mezcolanza es la principal característica.
Creo que existe un miedo ancestral a la pérdida. Da igual qué ganemos pero perder… por si acaso y como dice el chiste: “Virgencita, que me quede como estoy”. Creo de veras que el miedo es la causa substancial por la que se pretende salvaguardar la pureza en una urna de cristal.
Para mi y subrayando las palabras del maestro Ortiz Nuevo: “La pureza es una utopía imaginada en los tiempos pretéritos”. No creo en la pureza de nada pero sí en el conocimiento de lo anterior para renovar el arte. A todos los que pretenden que el flamenco siga bailándose en la oscuridad de un cuarto, yo les diría que devolviéramos entonces los pintores a las cuevas.
El flamenco es un arte vivo. Bajo mi punto de vista, las reglas, las normas están para saltárselas, no me sirven las fronteras, menos aún en lo artístico. El encuentro del flamenco con otras disciplinas está propiciando una revolución que provoca en el baile un protagonismo especial; lo está haciendo reivindicativo y consciente de su papel rupturista a favor de una estética nueva, y está pariendo un nuevo baile tanto en el fondo como en la forma. Ya no está clara la diferenciación entre bailarín y bailaor. Y esto me parece interesante.
La técnica comienza a cobrar importancia dentro del flamenco, la formación clásica y contemporánea nos están abriendo un camino nuevo. No hay que tener miedo ante esto, todo lo contrario. Por muy contemporáneo que sea un movimiento, el trasfondo no dejará de ser flamenco.
Algunos de nuestros bailaores más reconocidos como es el caso de Eva la Yerbabuena, han tenido la suerte de relacionarse con grandes figuras de la danza contemporánea, como Pina Bausch. ¿Alguien puede decirme que Eva no es flamenca? Sin embargo, hace suyas las palabras de la coreógrafa alemana cuando dice que “no me interesa cómo se mueve la gente sino qué las conmueve”. Este es un principio muy contemporáneo que está siendo adoptado por alguno de nuestros bailaores, entre los que me incluyo. El contemporáneo está aportando una nueva manera de entender la escena, ahora tenemos algo que decir más allá de la angustia del trabajo en las minas de donde nace el cante de Levante, porque sinceramente y gracias a Dios, hoy ninguno de los “nuevos flamencos” hemos picado piedras para entender nuestro arte desde esa perspectiva. Hay una dramaturgia previa, hay un estudio, una profundidad nueva…
Todos los movimientos artísticos suelen tener las mismas características, suelen surgir de la misma madre y por supuesto, suelen ser cíclicos. Con esto quiero decir, que el nacimiento de esta nueva estética coincide de pleno con el nacimiento de aquella danza extraña que fue en su momento el contemporáneo.
Su nacimiento vino dado como reacción a las rígidas formas del ballet. Considero que el flamenco venía necesitando salir del gesto dramático y sobreactuado de lo que llaman puro, necesitaba expandir las alas en pos de un nuevo movimiento que le permitiera explorar más allá de lo establecido.
De igual forma, el contemporáneo tuvo la imperiosa necesidad de comunicar, tal como está pasando ahora en el baile flamenco. Estamos hambrientos de historias más allá de la soleá y la seguirilla. Pretendemos hablar con los pies, con los brazos, con el cuerpo sin quedarnos solo en la ilustración de las letras.
Ambas disciplinas buscan un espacio diferente. El flamenco empieza a salir del convencionalismo espacial y toma lugares impensables, como la calle, el albero de una plaza de toros o un museo. El uso del suelo, es cada vez más común en la nueva estética flamenca, elemento básico del contemporáneo.
Visto algunos de los puntos coincidentes, que no todos, me gustaría detenerme aquí para señalar una figura principal dentro de esta tendencia: Israel Galván, un bailarín que está marcando un antes y un después en la nueva estética flamenca. Un flamenco muy pegado a la vanguardia, capaz de llevar a escena personajes tan complicados teatralmente hablando como es Gregorio Samsa, protagonista de La Metamorfosis, de Kafka.
Galván ha bailado descalzo (principio contemporáneo), en nuevos espacios (en el interior de un ataúd), baila el silencio (como en su momento Mary Wigman), busca la deconstrucción del gesto y no olvida ademanes de antiguos maestros como Vicente Escudero o el Lamparilla.
Hijo de bailaores, ha pasado por la Compañía Andaluza de danza, por la Compañía del maestro Mario Maya, por tablaos sevillanos. Es conocedor de lo antiguo y sin embargo, intenta reinventarse en cada propuesta.
De nuevo, Pina Bausch se deja traslucir en estas palabras. La alemana, hablaba en su discurso del empleo de gestos desgarrados, el miedo, el desequilibrio, la búsqueda, el expresionismo… Galván, de la ironía, de caminar sobre el alambre, al borde del precipicio, del cubismo. Ambos sienten la necesidad de ser ellos mismos a través de la danza. El camino de ambas discipinas estaba predestinado a cruzarse y tenemos la suerte de ser testigos de ello, aunque muchos no lo vean como tal.
Las propuestas actuales son valientes, innovadoras, comprometidas y por ello, no se hace extraño escuchar críticas que no entienden esta lejanía de la ortodoxia. Sigo pensando que no hay que tener miedo a la vanguardia, esto no nos hace dejar de ser flamenco, como dice Galván “No hay un artista igual que otro, igual que no hay un flamenco parecido a otro; el flamenco no es una partitura escrita, es algo que cada artista va escribiendo personalmente».
Considero que el artista tiene la obligación de confrontar al público, de ponerlos frente al espejo, de decir a través de la danza, ya sea flamenca o contemporánea. Tenemos la obligación de despertar algo en el espectador, de hacerlo reaccionar. Tenemos la obligación de seguir buscando más allá del espejo, de quitar máscaras, de traer nuevos aires y tenemos la obligación de servirnos de todo lo que tengamos a nuestro alcance.
Como decía Antonio Gades: “ESTÁ PROHIBIDO PROHIBIR”.
Nieves Rosales
Nieves Rosales