A veces, me pregunto qué hago aquí o adónde voy intentando alcanzar una mano que se aleja cada vez más.
Me atormenta la idea del tiempo detenido, me frustra la sensación del tiempo muerto en un instante y no poder avanzar.
La vida, al menos la que yo imaginaba, era más que el éxito. La sensación de vacío persiste y me enreda en un mundo cíclico en el que no puedo respirar. Me abofetean las palabras que deberían acariciarme la mejilla. Me duelen los oídos, los ojos, las manos en este mundo que me hiela la sangre y me cuartea la piel.
Ya no te espero, sabes… se perdió un Ne me quitte pas porque siento que je ne suis pas dèjá une femme qui attend…
Hay que destejer lo tejido, hay que devolver lo regalado, si existiera, hay que secar las lágrimas contenidas en la despedida. Hay que aprender una vez más a abrir los ojos cada mañana.
Soñaba con que aparecieras de nuevo con una sonrisa enorme, deseando acogerme en tu pecho. Quería con todas mis fuerzas, abrazarme a ti y protegerme de todo lo malo que pudiera depararme el huracán infame del destino, te esperaba colgada de uno de tus ínfimos gestos, colgada de tu nombre impronunciable en público por miedo a no sé qué fantasma horrible.
Y ahora, al calor frío de una tarde sórdida, ya no te espero… Y no lo hago porque no sé quién soy, siento el dolor de la pérdida pero no se si eres tu o yo quien se ha ido. No se a quién estoy despidiendo en el muelle, no sé por quién agito el pañuelo…
Ya no te espero, sabes… empecé a destejer mis sueños, a borrar las cartas que te escribí antes y después de tu ausencia. No se esperarte, esa es la verdad. No se esperar una palabra que no llega, el cariño que me arrolla fragmentado, las sonrisas dosificadas, no se esperarte. Lo he intentado, Ulises, pero no se esperarte.
Ya no hace falta que vuelvas… porque la casa, como yo, estará vacía. Vas a encontrar mucho miedo, mucha soledad, mucho cansancio en estas paredes que pronto dejarán de existir, vas a encontrar todo aquello de lo que andas huyendo…
Penélope
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